El Evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre la gratitud y cómo reconocer las bendiciones de Dios puede transformar nuestra vida. Leemos la historia de diez leprosos que le pidieron ayuda a Jesús y fueron sanados. Sin embargo, solo uno regresó para dar las gracias. Jesús se da cuenta y pregunta: “¿No fueron diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve?” Luego le dice al hombre agradecido: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado”. Los diez recibieron sanación física, pero solo el agradecido recibió algo más: la salvación – “tu fe te ha salvado."
La gratitud no es solo cuestión de educación; es un acto de fe. Al dar gracias, reconocemos que Dios es quien nos da todo lo bueno. El leproso que volvió no solo dio las gracias, sino que reconoció que su sanación venía de Dios, y su corazón se llenó de alegría y alabanza.
¿Cuántas veces, como los otros nueve, damos por hecho nuestras bendiciones? Pedimos ayuda cuando estamos en apuros, pero ¿nos acordamos de regresar para agradecer? Cada día, Dios nos da muchísimos regalos: salud, familia, amigos, fe, perdón. A veces, las bendiciones más grandes son las que menos notamos.
Como Cristianos, estamos llamados a tener un corazón agradecido. Esto no significa ignorar los problemas o dificultades, sino ver la mano de Dios incluso en los momentos complicados. Como el leproso samaritano, estamos invitados a reconocer la obra de Dios no solo cuando todo sale como queremos, sino en cualquier circunstancia.
La gratitud nos transforma. Nos ayuda a ver la bondad de Dios y nos mantiene humildes, recordándonos que todo lo que tenemos es un regalo. Fortalece nuestra fe, nos da esperanza y llena nuestro corazón de alegría, incluso cuando la vida se pone difícil. Cuando vivimos agradecidos, damos testimonio a los demás y los acercamos al amor de Cristo.
Mientras esperamos con entusiasmo nuestro Festival de Otoño el 26 de octubre, unámonos para dar gracias a Dios por todas sus bendiciones.
¡Dios es bueno, todo el tiempo!
Padre Tony Udoh MSP, Pastor de Holy Family